A pesar de la tragedia, que vivieron estas 2 hermanas,tuvieron mucho talento y ese talento las saco adelante.
Nacieron en Carolina del Norte el 11 de julio de 1851 mientas sus padres eran esclavos de Alexander McCoy, quien posteriormente las vendería por $ 100 USD a un empresario circense.
El nuevo dueño de las niñas junto a su esposa se esmeró en darles la mejor educación, y en ésta se incluía la danza, música y canto.
Durante su infancia fueron instruidas especialmente en música y vocalización para luego cantar a dúo las melodías de la época.
Su especial configuración física y la caja de resonancia toráxica que tenían, hicieron que fueran consideradas como excelentes contralto (Millie) y soprano (Christine), de gran matización vocal y con delicados pianissimos.
Fueron educadas exquisitamente -obvio- para lucrar después de ellas presentándolas en sociedad. Llegaron también a hablar fluidamente 5 idiomas, realmente eran un portento.
En aquella época fueron apodadas ‘La Octava Maravilla del mundo’.
En 1870, Millie y Christine estaban en la cúspide del estrellato. Por todo lo que ganó su dueño, en pocos años les otorgó su carta de libertad, ya no eran esclavas.
Tanta era su popularidad que la mismísima Reina Victoria de Inglaterra las recibió en audiencia privada con concierto incluido en una gira que realizaron por Europa.
Me pongo a pensar en la desesperante situación de Christine. Ver fallecer a su hermana -con quien compartía su columna- y pensar inmediatamente en su futuro, en que estaba también condenada a morir junto a ella.
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